Es ver su cara de felicidad y sus risas
cuando se acerca a la teta, cómo abre la boca tanto como puede y se
lanza sobre ella con fruición. Es maravilloso, no creo que verla
comer otra cosa jamás me haga tanta ilusión.
Cuando le molestan los dientes, tetita;
cuando está cansada, tetita; cuando está contenta, tetita; cuando
se cae o se da un golpe y llora, tetita; cuando despierta por la
noche, tetita; al despertar por la mañana, tetita; es el calmante más eficaz, el
mejor mimito que tiene, el mejor recurso que tengo yo.
El otro día incluso dijo “tetita”,
aunque no lo ha vuelto a decir, pero ya dice papa y mama así que es
natural que lo siguiente sea su comida favorita.
Antes de ser madre hablaba de la
lactancia como lo mejor para la salud de nuestros hijos, para el
vínculo, el mejor nutriente, las defensas, la formación de la boca,
del sistema nervioso... ahora no necesito pensar en ninguno de esos
argumentos que utilizamos para informar de la importancia de dar el
pecho.
No hay palabras, hay que vivirlo y
disfrutarlo.
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